jueves, 6 de febrero de 2020

DE TEMBLORES Y OTRAS COSAS

De temblores y otras cosas
“:Es algo muy extraño. Me refiero a los terremotos. Nosotros estamos firmemente convencidos de que, bajo nuestra piel, la tierra es algo consistente sólido, inamovible. Existe incluso la expresión. Sin embargo, un día, de repente nos damos cuenta de que no es así. La tierra y las rocas, que se suponían sólidas, se reblandecen”
                                                                                                      Haruki Murakami 


Por: Myriam Enid Rodrٕíguez Hernández



A mi profesor Carlos Figueroa Quintana


     Fue algo subliminal aquello. Y digo subliminal por la hora. A esa hora es el mejor sueño dicen. Creo que sí. Esa no fue la mejor forma de despertarme. Aquel jamakeón estuvo increíble. Josué Omar encontró refugio en mi cuello. No me soltaba. El estruendo de aquel trueno subterráneo me llenó de pánico. Uno que no sentía hacía mucho tiempo. Me paralicé y luego sin pensarlo dos veces salí corriendo a la calle donde ya me esperaba parte de mi entorno familiar. Las alarmas de los celulares ya no sonaban anunciando simulacro. Anunciaban un inminente tsunami. Los carros pasaban y pasaban. 
     Nunca pensamos vivir esa pesadilla. Losetas rotas, vigas de coronación agrietadas, la vecina vomitaba del pavor que tenía. Y no era para menos. En un instante me pasó toda mi vida por mi mente. Una película que no tendría un final felíz. Para los del sur, los de la isla como se refieren a nosotros despectivamente los de la loza, los sanjuaneros, ( algunos por supuesto ) un tsunami es sinónimo de morir ahogado. De muerte. Y no tanto el jamakeo era tan tan importante, sino esa ola intrusa que penetraría sin ser invitada en nuestra tierra. Que sería de nosotros.
     Afortunadamente 14 minutos después a alguien con cordura se le ocurrió la gran idea de informarnos que la alerta de tsunami había sido cancelada. Respiré hondo, profundo. Le di rewind de nuevo a la película de mi vida. Cuando por fín amaneció por completo comprendimos que pasó algo más grave. Que muchos hermanos sureños habían perdido sus techos, sus proyectos de toda una vida. Que la icónica Cueva Ventana ya no estaba más. Que más de 150 años de historia guayanillense se habían derrumbado con la parroquia Inmaculada Concepción. El sueño de Padre Nazario se había esfumado en …..8 segundos? 9?, los que fueran ya no tendrían importancia. Que mi amado pueblo estaba en oscuras y que la grieta más grande que podía haber era el dolor de mi gente. 6.4 en la escala Richter marcaron la diferencia para siempre.
     Irónicamente el día antes, 6 de enero en mi batey le había cantado promesa a los Reyes. Donde oramos e imploramos que todo esto no pasara a mayores. Pero la madre natura tenía otros planes. Los dolores de parto ya eran demasiado fuertes. Y parió dolor y desolación. 
     La moraleja de todo es que ese día nuestro vecino era nuestro familiar más cercano. Que el celular estaba en un segundo plano y que las tertulias familiares al anochecer se habían vuelto frecuentes. Una costumbre que tristemente habíamos perdido. Aprendimos a ser gente de nuevo. A ver la vida de otra forma. A vivír de otra forma. La vida es un pañuelo. Las secuelas de éste fenómeno natural aún están latentes. El miedo sigue. La incertidumbre está ahí. Qué nos queda? Ser mejores personas y vivír. De todo se aprende. Yo aprendí a valorar mi vida, mi gente, la sonrisa de Leslie y de Alondra, el consejo de mi madre, la sapiencia del anciano que lleva las líneas del tiempo tatuadas en la frente. Vivamos gente….ame a su prójimo. Abrace a su hermano, perdone al semejante pero sobretodo perdónese a sí mismo. Perdóname vida por las veces que no te viví.